Alberto Sanjuan es en persona, como muchos actores, más delgado, menos intenso, más opaco. Natalia Mateo es, como muchas actrices, más brillante, más cercana, más personal, más loca. David Planell es un océano en calma que fluye entre todos llenando los huecos, recalando en la cala correcta o no, encontrando la visión en la que colocarse para mirar y mover las piezas. Probablemente David encuentre también un día su propio lugar, el que ahora les da a sus actores, pero este hombre parece tener todo el tiempo del mundo para conseguirlo, como si tuviera el secreto de quiénes guardan las horas bajo llave, sin prisa.
María, la productora, gasta el cucurucho de minutos del día asomándose de vez en cuando al rodaje, está y no está, quiere estar pero no sabe cómo. Con unos ojos que se llenan de la sorpresa de la novedad, de no creerselo y a la vez tener que soportar el peso con dignidad. Con la frente inocente y alta de quien cree firmemente que el cine es un arte y no un negocio.
En un rincón, fumando un pitillo, los encuentra la mirada intensa, inquietante, real y vivida de la actriz peruana Norma Martínez enfundada en su atuendo de inmigrante. Adornada de esas palabras grandilocuentes que tienen todos los que estudiaron algo al otro lado del charco, sabedora que aporta su ciencia, con el empaque de quien tiene un gran secundario entre los dedos.
*Mis mejores deseos a todos y gracias chicos por compartir el día conmigo.
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