El pobre tío de las pinzas

Hay gente que gasta miles de horas, de días, de semanas e incluso de años en perfeccionar una técnica. Hay miles de ejemplos perceptibles a nuestro alrededor. Son como pequeñas hormigas tozudas que no cesan. Creo que muchos se pierden en la técnica, en el Qué; olvidando el Por Qué. Por qué un día comenzaron a practicar, por qué disfrutaron haciéndolo. Olvidándose de dónde les lleva la práctica. Obsesionándose con la reiteración.

Hoy recordé a ese señor que una vez en televisión se puso más de doscientas pinzas de madera en la cara. ¿Cuánto tiempo habrá invertido en conseguirlo?
Nunca los he entendido, para mí es algo profundamente incomprensible.
Está bien tender a la perfección. Es maravilloso que el afán de superación mueva nuestras vidas, intentar ser un poco mejor cada día, pero... ¿para qué querrá el señor ese lograr que le quepan dos pinzas más que el mes pasado en la ceja izquierda?
Lo imagino horas delante del espejo y otra imagen cruza mi mente, la del lanzador de jabalina en los juegos olímpicos: otro montón de horas, días semanas, lluvia, nieve, sol, vacaciones... Y él, dale que te pego a la jabalina.
Dos centimetros más lejos hoy- pensará-. (Como piensa el de las pinzas de madera de la ropa -dos más-).
Buf! Y ahora se me va la cabeza y tras el de la jabalina me viene a la mente el lanzador de martillo o ese que se cuelga de los anillos y se pone cabeza abajo. Obviamente estos señores de los juegos olímpicos pasan sus días y sus noches repitiéndo hasta la saciedad una rutina que apenas les dará fama (casi nadie conoce el nombre de estos medallistas) y mucho menos dinero. La mayorías son mileuristas que trabajan en otras doscientas cosas para conseguir el tiempo necesario que les deje repetir hasta la saciedad el ejercicio, la postura, el lanzamiento... o el estiramiento de piel que deje meter una pincita más de madera en el moflete.

Todo el mundo estará de acuerdo que el de las pinzas es un friki, pero sinceramente, el de la jabalina no le va a la zaga. Vale que el de los Juegos Olímpicos posee reconocimiento social, admiración, respeto.... ¿pero por qué? Yo no lo veo tan distante del tío de las pinzas. El pobre tío de las pinzas además tiene que sufrir la humillacion social, la soledad. ¿Con quién podrá el pobre compartir su hoby?. ¿Con quién comentará problemas?. ¿Qué le dira al fisio cuando vaya con una contractura?

Lo peor es que estás personas pudieron parar a tiempo y no lo hicieron. ¿Qué haces cuando te caben tantas pinzas en la cara que estas a unos pasos del Record Guinness? Seguir adelante. ¿Qué haces cuándo llevas más de media carrera de piano machacando a tus vecinos? Seguir adelante. ¿qué haces cuándo apenas te quedan diez centimetros de lanzamiento de jabalina para ser olímpico? Seguir adelante.
Obviamente no son dueños de sus destinos. Las rutinas les comieron tantas horas que no les quedó tiempo para pensar qué hacer en la vida, qué otras cosas les satisfacían. La mirada atrás les debe dar vértigo.
¿Y ahora cómo paro? pensarán. ¿Y ahora cómo digo que yo quería ser peluquero y no lanzador de martillo?
Lo peor viene después: cualquier habilidad física merma con la edad. Con lo que cada véz que lo intentemos a partir del punto de excelencia, más dificil será. Y ellos mismos caerán en un profundo bache que les llevará a no poder conseguir lo que un día lograron, a mirar atrás y ver su vida como un montón de horas, de días, de minutos, nieve, lluvia, sol, verano, invierno, en esa rutina reiterativa hasta la saciedad...

Mi meta es la misma que la de estos individuos: reiterar para mejorar. Pero le voy a dar a otro músculo. Cada vez ser mejor, persona; cada vez lograr sonreir un poco más, interactuar mejor con los que quiero; aguantar menos las tonterías; practicar el beso; agilizar mi mente; recordar más chistes; mirar más a los ojos y lograr que se me vea lo que hay dentro. (Es tan difícil quitarse el velo de la mirada que nos pusimos en un momento dado que ahora hay que practicar constantemente para borrarlo).