lunes, 25 de febrero de 2008

La tristeza hueca

Creo que siempre he sido una persona con tendencia a la melancolía. No quisiera decir una persona triste, porque los motivos de la verdadera tristeza deben ser muy profundos y deben cimentarse en problemas reales. Pero a buen seguro alguno diría que con tendencia a la tristeza.
Mi tristeza siempre fue más bien perceptiva. La tristeza de mi mirada respecto al mundo, la tristeza de no poder apreciar lo que se tiene, la tristeza de sentirse vacía porque es imposible llenarse porque no hay con qué hacerlo. La tristeza de quien pierde las horas en lo cotidiano.La tristeza de saber que no puedes amar como lo hacen otros. La tristeza de quien archiva días vividos y se aburre y a quien lo nuevo le parece ya visto y vivido mil veces antes.
La mía es una tristeza vacía, una tristeza sin motivo aparente. Una tristeza antigua que diría alguien que dijo Borges. Una tristeza que llevo en los huesos y en los genes y que creció conmigo.
Antes me hacía llorar, perder una tarde o una mañana, un mes, un invierno. Luego crecí y nos medimos. La tristeza amenzante, yo fuerte, esquiva, evasiva. Aprendí a olvidarla cuando aparecía, a taparme los oidos, cerrar los ojos, mirar para otro lado. Aprendí a no darle importancia, a sustituirla por otros pensamientos.
Ahora, mi tristeza adulta sigue conmigo, en cada mañana, en cada tarde, muchas noches, pero ya no sabe hacerme llorar. Es una tristeza hueca, como huérfana, como un agujero que inunda mi pecho, como un eco sin eco. Ya no se conecta con mis lágrimas, ni se refleja en mi rostro, ni apenas la menciono, aunque siempre sepa recordarme que sigue ahí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es cómo si hubieras entrado en mi interior y hubieras escrito todo lo que llevo sintiendo toda mi vida.

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