jueves, 1 de mayo de 2008

De tour por el Reino Unido II: Small Talk de camino a Edimburgh



Nos movemos de Leeds a Edimburgo en tren. Un interminable viaje en el que el paisaje de la campiña inglesa da paso poco a poco a los campos lavanda escoceses, las montañas coronadas de nubarrones grises. Desde la ventanilla del tren se ven ovejas gordetas y blancas de cara y patas negras, campos enteros de color lila, explanadas interminables verdes y casas de piedra.

Me encantan estos viajes en los que vamos de hotel en hotel, o de hotel a restaurante, como invitados de chefs famosos y sommelieres o masters of wine, para que mi chico, una especie de sabio del vino, les cuente y les anime la velada. Yo me siento un poco como la novia del mago, sonrío y le acerco cualquier cosa que necesite, aunque aporto poco la verdad... Es más bien al contrario, porque soy como una lapa que chupa información y vuelve llena de ideas. Está claro que me aporta mucho más a mi el recorrido, la gastronomía, las estrellas y los michelines que me traigo de estos viajes.



Nos acompaña David, un inglés cincuenton, lo mas parecido a Alfred Hitchcock que he visto en mi vida. Su inglés es también como el del maestro, todos aquellos que hayan tenido oportunidad de oirlo hablar sabrán a qué me refiero.

A David lo operaron de la cadera el año pasado, veranea en Alicante y está a dieta. Acude a Wieght Watchers y no puedo dejar de pensar en la parodia de Little Britain. Es como un enorme guardaespaldas que viaja a nuestro lado sin molestar demasiado. Se sienta en la fila contigua y comienza inmediatamente a hablar con una señora de acento galés. Increíble. Este país es el epicentro del “Small Talk”. En cualquier lugar público se entabla conversación con cualquiera, pero no de cualquier modo, los británicos pueden divagar sobre cosas triviales y parecer que se están contando secretos imposibles o que están debatiendo de cosas serias y cruciales para el futuro de la humanidad. No hay silencios incómodos y cuando uno se avecina lo socorren echando mano de ese maravilloso y misterioso recurso llamado “humor inglés”.

David anoche hacía de presentador de nuestra comitiva ante los invitados ingleses. Para ello sacó del bolsillo 3 tarjetas, con toda naturalidad leyó unas frases hechas sobre la vida, el vino, las mujeres, el placer… todos rieron en el momento justo, algunos añadieron alguna frase mientras levantaban sus copas para brindar. Me sentí como en alguna especie de ritual de bienvenida de algún tipo de hermandad o secta ancestral. Si hay algo que aprender de los ingleses es que si se proponen hacer algo lo hacen con el espíritu de ser los mejores, algo que nos diferencia enormemente de ellos. Hay una frase que leí apenas hace dos semanas en un periódico inglés, era de un ejecutivo de una compañía y venía a decir algo así como “if we run is to win”.

Esto lo aplican también al small talk, al comentario trivial que contiene con total seguridad la frase correcta, el chiste perfecto, el apunte irónico o fácil que dibuje la sonrisa del oponente o consiga provocar el brillo del interés en los ojos del otro.

Este viaje con forma de post continua en:

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