sábado, 14 de noviembre de 2009

Pork Belly en Redd o en DiverXO


Si hace 20 años viajaba para experimentar con nuevas culturas, gentes y paisajes. Y me resultaba fácil encontrar lo chocante. Hoy, que cada vez me sorprenden menos cosas, viajo fundamentalmente en busca del placer. El placer entendido como disfrute, el placer entendido como fuente de conocimiento. El placer sin forma, ni nombre. El placer, que a veces se personifica porque es tan sólo ausencia de dolor o extrañeza. Y teniendo siempre en cuenta que si llega de forma fácil, no se puede denominar como tal.

Recuerdo ahora haberlo encontrado en una recóndita puesta de sol a la que llegué tras horas de coche entre extraños bungalows de Malibú y que no esperaba... en un café en la tranquilidad de un bosque infinito de secuoyas en Big Sur, en la decoración de una habitación de hotel (el color fucsia de las habitaciones del Tiger Lilly de Edimburgo) o en la tipografía de una carta de vinos bien ordenada. Lo curioso en mi caso es que el placer lo experimiento siempre en la evocación de ciertos recuerdos. Y me sitúo en ellos feliz y encantada, cuando la realidad de ese pasado era con total seguridad cero idílica. En la realidad a uno le duele el cuello porque la almohada del hotel era terrible, o los riñones de tanto conducir a velocidad de tortuga por las aburridas carreteras americanas, o peor, los pies porque el paseo por el bosque de sequoyas lo hiciste con flip flops y aun te resientes de la tirilla de la chancla entre los dedos cuando lo recuerdas.

Definitivamente creo que el placer o la felicidad está en esa parte del recuerdo que construyo a posteriori y que elimina lo que no me gusta, cambia incluso la ropa que llevaba, las palabras que intercambié con el leñador guia, la puesta de sol, la carretera, transformando para siempre la versión del momento, que ya nunca será como fue realmente.

Hablando de recuerdos y placer (de nuevo de comida, vino y viajes) subo una foto de uno de los dos restaurantes que más me han impactado este año. Se llama Redd y está en Yountville justo en mitad de Napa Valley. Se trata de un sitio no muy grande, sí conocido pero no famoso, que vive a la sombra, como todos los de la zona, del French Laundry. Este último uno de esos lugares de peregrinación gastronomica mundial de un chef bastante famoso en Estados Unidos, Thomas Keller, y que para los que no lo conozcan fue el asesor gastronómico de Ratatoui (echadle un ojo a los extras del dvd porque el personaje se las trae).

En fin, que a mí el que me gustó fue Redd. Maravilloso, sencillo, mágico... lo de mágico está muy relacionado con la Pork Belly glaseada que aun recuerdo y que hace que se me salten las lágrimas. Desde que descubrí este plato en mis devenires londinenses hará más de 10 años, no puedo No probarla si la veo en una carta. Y esto me obliga ahora a saltar a otro restaurante, esta vez en Madrid, DiverXo, que se ha convertido en mi segundo hito del año a nivel restauración... y ahí el Pork Belly, en laminilla fina y crujiente se llama Cerdo Laqueado en Dos Servicios.

Debo hablar más en profundidad de Diverxo, y de Redd. Porque pocas veces encuentras un restaurante en el que descubres, disfrutas, te sorprendes, y te dejas llevar navegando por sus platos encontrando la coherencia absoluta, la falta de errores, la perfección. Y esto me ha pasado pocas veces y casi siempre de improviso. Pero hoy me voy a la cama con el recuerdo perfecto de ese Syrah californiano de una bodega llamada Araujo (que seguramente nunca encuentre en Madrid) y que por ello se convertirá en mítico con cada evocación mágica que haga de esa cena en Redd.


www.reddnapavalley.com

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