Supongo que mientras los turistas y foraneos pasan el domingo en el brunch de Balthazar. Los locales se encuentran al sol en el High Line Park y toman un sandwich de pastrami en el Cookshop Cafe.
La High Line me fascinó desde el primer momento que supe de su existencia hace un par de años. Una antigua via de tren elevada convertida en parque urbano entre Chelsea y el Meatpacking. Una obra erigida con dinero de los vecinos y apoyo de donaciones privadas. Me ha costado llegar a verla y apenas disfrute de ella 15 minutos debido al trabajo, pero me puedo imaginar cómo es levantarse un domingo en Nueva York, sabiendo que vives en esta mítica ciudad, coger tus bartulos, un buen libro y caminar por las alturas hasta encontrar un rincon al sol para leer y observar. Si algo tiene maravilloso la ciudad es que ser voyeur es un privilegio. Me gusta la mezcla de razas, de estilos, de opciones sexuales, religiosas o dietéticas. Mirar los zapatos de la gente, imposible imaginar dónde los compraron. Mirar el peinado, los libros que leen, cómo se besan en un banco.
La Higline es muy verde y conserva resto de los railes perfectamente integrados entre retazos de jardines de inspiracion cubista, oriental o berlinesa. De hecho la Highline tiene algo de europea y se erige sobre las calles que cruza con esa prepotencia que otorgan las alturas. Algun hipster, mucho orgánico, ningun perro, parejas guapas, gente sin zapatos al sol, extranjeros locales, gente del barrio.... mucho single leyendo libros de segunda mano y exhibiendo portada (sera un nuevo metodo para ligar?). Este es el Nueva York de los que saben que son modernos y no tienen que demostrarlo. No hay actores sobreactuados, ni gente disfrazada de neoyorkinos. Y eso es fantastico.
THE COOKSHOP
Os recomiendo el paseo, como os recomiendo terminarlo en el cruce de la calle 20. Cada cruce de calle en las alturas está señalizdo en la barandilla. Hay justo una escalera que baja a la avenida 10, pegada a un gran parking de esos que parecen un garaje de micromachine. Y frente a ella Cookshop cafe, uno de esos lugares en los que aunque sea lunes, uno tiene la sensacion de brunch dominical. Un espacio dedicado a que elegir la comida no consista en descifrar códigos y salsas rocambolescos, sino en decidir si el sandwich de pastrami, la hamburguesa y los calamares con alcaparras jugo de limon y perejil te caben en la barriga en la misma comida y aun queda hueco para el postre. Quieres volver porque te has dejado platos que probarías. Porque el horno de leña que preside la cocina vista hace que el pollo huela espectacularmente y la pizza de espinacas con huevo sea un poema. Me encantaron los mejillones con salsa de pomelo y azafran, moje el pan hasta el final y acabe el caldo con la cuchara. Me gustó la decoración de cientos de calabazas minúsculas, hojas de arce (rojas y doradas) y granadas que, supongo, cambia con cada estación. La cristalera de arriba abajo que hace que observes pasar a la gente resguardado del otoño, y la compañía. Pero sobre todo me gusta imaginar que vivo en Chelsea, que la High Line es el parque al que puedo volver el domingo que viene y que entre las mesas, al levantarme, encontraré a una pareja de amigos del barrio con los que quedaré para tomar un café más tarde.
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