sábado, 26 de enero de 2008

Memoria archivada

A veces uno tiene la sensación de que si desapareciera en un minuto nada cambiaría, no pasaría nada. Y es verdad en cuanto al resto de universo se refiere. Nada en el orden mundial. Ninguna pérdida sustanciosa en el mundo del arte, de la ciencia, de la política o de la filosofia. Cero contribuciones al planeta, cero herencia solidaria.

Pero es mentira si me concentro alrededor de mi ombligo, porque veo miles de pequeñas cosas y detalles que se verían afectadas por mi pérdida. Todas las que tienen que ver con mi entorno, con mi gente, con lo que no haré, con lo que no cambiaré. Quiero creer que esas pequeñas cosas son como las alas de las mariposas que consiguen amplificar sus efectos, pero sólo lo intuyo, lo deseo.

Haciendo examen de conciencia en un avión -siempre sufro una crísis neurótica de un microsegundo al despegar- y releyendo el periódico de la mañana casi marchito, pienso en mi retrospectiva. En una hipotética retrospectiva mía si yo hubiera desaparecido. Y me entra el pánico. ¡Dios! No tengo material, no tengo suficiente material para nada. No me he hecho suficientes fotografías, es más, las repelo… mmmm no hay suficientes textos: dos malas novelas con premio de saldo, un monton de artículos deslabazados de hace diez años en prensa de provincias, relatos sin ninguna conexión, tres guiones a medias, tres cortos medio producidos, un libro de cocina para niños del que solo se editaron 2000 ejemplares, ocho ideas buenas en una carpeta para escribir a posteriori, copys de anuncios sin lírica, seis, tal vez siete collages hechos en los momentos depres de mi vida, la producción de algunas acciones o eventos de los que no he archivado video, 7 años de reportajes en tele sin interés, cintas de video con noticias que ya han caducado...y este blog que cuenta a donde voy y qué como...

Nada de esto es suficiente, ningún legado material, nada tangible. Y aquello de lo que me siento más orgullosa, o feliz es altamente improbable que sea posible archivarlo. Imposible darle forma real para que permanezca. Es más, se me pierde en la memoria, se mezcla con mi fantasía y lo retengo en mi imaginario con una mitad realidad y otra editada, sin distinguir si quiera la original y la copia retocada.

Recuerdo tardes de disfraces en las que mangoneaba a los pequeños hasta convertirlos en personajes imposibles. Las comidas de los sábados en casa de mi abuela. Las manos de mi madre. Noches jugando a las cartas en familia hasta las mil, ¿por qué dejamos de hacerlo?. Las salidas de los jueves hasta el amanecer en la universidad; nos llevabamos el cubata de un bar a otro metido en el pantalón para no pagar una nueva copa; recuerdo un lugar, una sala llamada Orán, cuántas risas. Entrevistas con directores, con actores, periodistas, presentadores. Colarnos de extras en pelis y fingir ser periodistas para acceder al otro lado de la catenaria del rodaje, para codearnos con el director o los actores. Juan haciendo de cámara, o fumando con él una interminable ristra de pitillos en su coche o en el mío de madrugada hablando de filosofía, de la vida, del mundo… Una carrera por un campo de girasoles con Natalia. Luego un extraño periodo de tristeza. Viajes, ciudades, tantas… Otras nuevas noches de jueves cuando conocí a Andreas, cuando esperábamos toda la semana para continuar con el juego empezado, siete días más por delante que eran interminables. El mundo un lugar feliz que cobraba sentido. Su piso, vacío, con una cama, una cortina y un sofá. Tardes de tele embarazada escribiendo una novela, con el portátil sobre mi barriga, los pies hinchados y comiendo donuts. Noches con mi hija bailando al son de la musica como locas y riendo felices. Las muelas del juicio. Mucha carretera. Mudanzas. La feliz sensación de que mi mundo cabía en mi coche. Cumplir 30 y sentirte completa, sabia. Un libro de cocina para niños. La desesperación de saber que ni en tres camiones de mudanza cabría ahora todo lo que acumulo. El miedo y la inseguridad. La fortaleza y la decisión. Londres mil veces; mi boda gitana. Mi primera cana descubierta en Battery Park. Días repetidos hasta la saciedad, días de trabajo a veces grises. Triunfos pequeños, desesperanza, esperanza, luz al final del tunel.

Son pocos, apenas algunas diapositivas, son como imágenes muy vívidas, tanto que empatizo con el recuerdo y vuelvo al estado de ánimo que me produjeron en su momento. Uf! como una montaña rusa de sentimientos, de sensaciones.

¿Cómo se archiva la vida? ¿Cómo se transmite lo aprendido?

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