lunes, 21 de enero de 2008

2008. Nos mudamos de oficina.

Mi oficina está en un rellano que tiene un pasillo enorme enmoquetado en marrón. Es el pasillo ese de la peli El Resplandor, solo le faltan las gemelas. En cualquier caso es un pasillo cinematografico y la gente hace comentarios sobre él cuando me visita. Un día lo llamaron "Pasillo de David Lynch", no creo que nadie le haya hecho un comentario más sofisticado a mi pasillo.

En ese mismo rellano hay tres ascensores y odio el de en medio, no me gusta subir o bajar en él, creo que el ascensor de en medio podría caerse un día al vacío. Creo que me he convencido tanto de ello que el resto de la gente de mi ofi tampoco lo coge, o al menos eso creo. El ascensor de enmedio, además, está siempre forrado interiormente de paneles de madera de esos de conglomerado. Cuando llegué desde mi ciudad me extrañó que en Madrid forraran los ascensores, la gente aquí debe tenerles cariño, o tal vez es que los técnicos de ascensores son pocos y están solicitados y por ello deben protegerlos.
Preferiría que los envolvieran en plastico de ese de burbujas, y así subir y bajar sería un enorme placer para las yemas de mis dedos, pero no, está lleno de conglomerado y huele a serrín y a obrero.

El pasillo de cine está ahora perjudicado, lo han abierto en canal, rajado la moqueta, destripado y con sus tuberías al aire pero no me importa. El 1 de febrero nos mudamos a una nueva oficina. Esta no tiene pasillo cinematografico sino que está toda ella integrada en una peli, o en un set de rodaje. Es "La Parada de los Monstruos" o "La Comunidad" en sí misma. Las vecinas del 5º dicen que son madre e hija pero yo creo que son hermanas siamesas y tienen cien años, no se cuál es la madre y la hija, creo que sus visones en realidad se componen de uno solo de lado a lado porque siempre van pegadas por el brazo. El vecino de arriba tiene una traqueotomía y un sol y sombra con el que pasea por la escalera constantemente en la mano. Pienso en él bebiéndolo y en si caerá por su garganta perforada hacia afuera. El portero, sombrío-lugubre-triste-gris huele rancio y acumula caspa en los hombros; sube el volumen de su radio con antena de cuernos en la que siempre, no se por qué, se oyen Los Chunguitos. Una monja muy vieja vestida de blanco lleva una mascarilla a lo Michael Jackson, mi yo hipocondriaco piensa que tal vez haya algún infectado (tifus, peste bubónica, lepra) en la escalera y ella sea la única que se atreva a cuidarlo. Hay una señora con cara de loca, está un poco ida, que habla con todo aquel que se cruza. Lleva un abrigo de zorro con grandes hombreras hasta los pies; parece que lo haya heredado o encontrado porque le sobran tres tallas, es como un gran albornoz de pelo viejo. Debajo de él se vislumbra el bulto enorme de un bolso, o tal vez bolsa de la compra, el abrigo es tan grande que podría llevar oculto a alguien.
Hay más nuevos vecinos y todos pagan apenas 45 euros de renta antigua. A nosotros nos van a cobrar 1.500. El administrador se frota las manos, van muriendo vecinos y actualizando rentas, -"ya quedan menos"- El bajo son ya oficinas, el primero, ahora con nosotros está completo. Tal vez alguien debiera decirle que podría habernos cobrado 3.000 euros por los 220 metros en Diego de León, pero es feliz así, para qué molestarlo.

La oficina era una casa de una señora mayor, alemana, que murió apenas unas semanas antes de que alquiláramos el piso. Aparecieron recibos antiguos de agua y de luz a su nombre, ahora la señora mayor alemana tiene nombre para nosotros, y sus recibos son ahora nuestros recibos con la s.l. tras el nombre de nuestra empresa. La primera vez que fuimos a ver el piso aún estaba amueblado. Vimos la cama de la señora mayor abierta en canal, y todos supusimos que de ese hueco, como de un nido caliente, la sacaron muerta de la casa. Ahora ese despacho es el despacho de la señora mayor muerta alemana que tiene nombre. Nadie lo ocupará, es el único que ha quedado vacío. Probablemente alguien que no sepa esta historia, alguien nuevo en la oficina, alguien que contrataremos en breve ocupará este espacio sin saber. Y nosotros no diremos nada, porque a veces es mejor no decir.

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