martes, 29 de abril de 2008

London Town




29 de abril de 2008.
Hoy he llegado a Londres con viento de cola. Veinticinco minutos de adelanto sobre la hora prevista, creo que no me pasaba en años. Desde el cielo, la ciudad está rodeada de un cinturón verde, que parece de musgo blandito. Parches de tierra y arbustos a modo de maqueta, unas vacas y ovejas a modo de Belén.

La llegada es siempre del mismo modo, una especie de rutina que me hace feliz. Las ciudades se hacen propias cuando descubrimos que poseemos una rutina sobre ellas. El mismo viaje en taxi de nuevo. Las mismas calles. Siempre desde Victoria Station atravesando Buckingham, la gran puerta del parque, giro a la izquierda en Trafalgar Square y subida por Charing Cross hasta 7 Dials.

El sol da paso a la lluvia, finita y ligera, la temperatura baja en un segundo, es Londres. En la radio del taxi, la horrible noticia del señor austriaco que matuvo presa a su hija durante 24 años... comento con el taxista el horror del género humano en esos extremos. Igual que hice esta mañana camino al aeropuerto con mi taxista madrileño.
De camino asomada a la ventanilla descubro una librería de misterio(Murder One) en Charing Cross, es cierto que siempre había estado ahí, con unos maniquíes espantosos vestidos de Sherlock y Holmes. Ahora decorada con el poster de Los Crímenes de Oxford (la película de Alex de la Iglesia), qué digo poster... es más que eso, es un altar enorme, con una silla antigua, casi un mini decorado. Leonor Walting y John Hurt me miran desde el cristal tras una pila enorme de libros. En Shaftesbury Av. frente a uno de mis indios de andar por casa (el rte. Mela) el Odeon exhibe la misma peli desde uno de sus escaparates. Un poco más abajo haciendo esquina con Wardour St. está también el Orfanato, encontrar a Belen Rueda en mi paseo londinense me parece absolutamente extraño.

Finalmente cenamos también siguiendo costumbres y vamos a Busaba Eathai. Me zambullo en la cultura de la fusión. Mesas comunes en las que compartes mantel con un sinfín de razas y colores. Es Londres, me digo, a pesar de haber llegado cargada de fantasmas españoles.

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